viernes, 2 de julio de 2010

EL ACANTILADO





Capitulo I

Desde hace años que la luz no se posa, en la neblina tenebrosa y macabra del acantilado, un lugar abandonado en el misterio de la naturaleza; donde descansa la oscuridad espeluznante y pavorosa que irónicamente juega con el vuelo de las aves en las tardes. Aquellos ojos, azulclaro eléctrico, se abren y se cierran, como parpadeo celeste, se deja ver a eso de las ocho en punto entre la niebla, cuando la tarde se escapa entre los árboles, cuando la luz abandona a las criaturas nocturnas; se trastornan todos mis sentidos a la orilla de alucinaciones que contengo en el mismo borde del acantilado; ¡he pensado tantas veces en seguir otro camino!; pero es tedioso y demoroso cruzar el pueblo para llegar a mi casa caminando con trote firme y en camuflaje como si viniera de una campaña militar, con una mochila llena de comida enlatada que jamás abriré; pero justamente debe llegar el momento en que me decida a cruzarlo o tomar el camino del pueblo.

No logro entender como en esta noche me embarga la angustia y la confusión, nunca había dudado tanto como ahora en tomar este camino, por otra parte, no soy el único que pasa por aquí, muchos lo cruzan haciendo caso omiso de las historias que cuentan los habitantes de Ukhupacha, es bueno saber que hay escépticos como yo en el pueblo.

He escuchado algunas historias de este acantilado, la gente del pueblo comenta con dominio, las anécdotas heredadas de sus familiares, aquellas hablan de personas perdidas en este cruce, en estas piedras que voy pisando, personas que jamás volvieron y que posteriormente nunca tuvieron comunicación con nadie del pueblo, quizás algo las asusto o solo se aburrieron y se fueron, pero yo quiero pensar que son personas que jamás existieron, que tan solo se marcharon de aquí y que nunca mas quisieron hablar con alguien de estos lados, jamás en todos estos años se ha encontrado cuerpo alguno, que de indicios fehacientes de una muerte o una presunta desgracia; de todas maneras el mito del acantilado existe en la boca de los que pueblan la zona.

Algunos personajes de este pueblo como Don Aristòfanes; solía dar una descripción de algo parecido a un ser alienígena que fue visto hace muchos años atrás, merodeando en la orilla del abismo; un selenita lánguido y gris con ojos azules eléctrico y tan alto como un árbol;-decía: “que tal descripción venia de su padre” y -“me contaba esa historia desde niño”-, agregaba; pues este acantilado ha guardado sus misterios desde décadas, e incluso, ya comentaban cosas las primeras familias que habitaron aquí.

Adelina, una joven mesera de Ukhupacha, hablaba de lo que comentaba su abuelo, decía: “que era la figura maciza y mediana de un hombre encorvado con una especie de lanza plateada en la mano, que aparecía en el cruce del acantilado siempre de noche y después de las ocho, que tenia un aspecto aberrante y que las personas que se encontraban con él no regresaban jamás”. Otros también señalan el avistamiento de una esfera de luz cóncava del porte de una casa, que se balanceaba en el corazón del acantilado, una especie de Foo Fighters como llaman los ufólogos.

Pero todas estas hipótesis son totalmente distintas, moldeables, inconsistente e incrédulas, que puede salir de la cabeza de cualquier borracho loco del pueblo, son fantásticas y poco probables, es solo fantasía que alimenta a un pueblo aburrido como este, con poca gente que buscar entretenerse, escapar de la realidad innegable de la soledad, en fin, de cualquier forma, la verdad es que no bebí tomar este rumbo, no porque sienta un miedo a historias antiguas pueblerinas, sino porque he tomado este rumbo tantas veces y nunca me habían afectado estos pensamientos, estas historias, como ahora; puedo imaginarme cualquier cosa mientras camino, en cualquier sombra de los matorrales; pero de todas maneras esta noche es excepcional y muy distinta a las anteriores. Hay algo extraño en la oscuridad a la que estaba acostumbrado, es como si algo me jalara a seguir adelante a pesar de lo horripilante del panorama, y yo, me siento atraído por la penumbra. _ ¡la noche se ha dislocado!, ¡se ha vuelto infernal!_, la luna esta roja y pávida, esta tan iluminada que casi puedo ver sus cráteres, su yaga extraterrestre, pero extrañamente ni siquiera logro ver donde suelto el paso, es más aun, tampoco veo mis brazos ni mis manos a corta distancia, es una luminosidad que no alumbra sino que encandila.

La palidez anaranjada de la luna me provoca una sensación de ansiedad y sosiego a la vez, que me impide dejar de mirarla mientras avanzo. No puedo creer que esta luna no me ayude a ver el camino, otras noches siempre estuvo frondosa, elegante y fulgorosa para mi, siempre indicándome el camino; pero hoy tengo que adivinar el paso y suponer las figuras que forman las sombras, no se si son humanas o quizás de otros mundos, y se esconden detrás de los árboles, quizás estoy sintiendo al alienígena del que habla Don Aristòfanes, y me esperan en cada paso que doy ,con sus ojos azules y enormes, su cuerpo delgado y gris, camuflado en un árbol con sus manos grandes y los dedos largos parecidos a las ramas. Claro que es fácil imaginar tantas cosas en la oscuridad, pues mis sentidos me engañan todo el tiempo mientras camino entre sombras.

Es increíble la infinidad de cosas que uno puede creer que ve en tan corto tiempo, en tan solo quince minutos que normalmente me demoro en cruzar este acantilado, es cierto que algunos no se atreven a cruzarlo después de las ocho, pero yo no creo en las viejas historias del pueblo, prefiero mantenerme como un escéptico a esas ridiculeces, además lo he cruzado tantas veces, que malo podría pasar si mi mente me embauca todo el tiempo, no dejare que esas historias me desalienten, no cometeré el mismo error de los otros que tienen que cruzar todo el pueblo entero para llegar a su destino, el tiempo es algo que no me gusta perder, cuando de caminar se trata, ¿alguna vez los demás valoraran eso?, bueno, por lo menos yo lo se y aunque me arrepienta de haber tomado el camino, justo en esta noche tan infernal, no echare pies atrás, ya estoy en esto, ya no es una opción la contramarcha.

Nunca había sentido tantas dudas, quizás nunca había creído realmente en mi miedo, tomarle importancia a los comentarios, era muy antojadizo creer en rarezas, pero ahora precisamente todos aquellos fantasmas surgen en mi mente como pequeñas luciérnagas.

La noche es templada, misteriosa y morada, su rígida luna ahora se vuelve un espejo tenebroso, la oscuridad no es algo que me asuste con facilidad, siempre he sentido una especie de protección con ella, siento que es un camuflaje en el cual nadie me puede observar, en el cual mi alma realmente puede abrigarse en mi cuerpo sin tener que escapar, pero esta noche esa sensación es un poco lejana, y ahora si pienso con mas seriedad insistentemente, que debí tomar el camino del pueblo, los quince minutos que por lo general duraba en cruzar, ahora son la eternidad misma.

Es difícil vivir en el tiempo cuando tienes el corazón en la mano, palpitando velozmente, ¡si corporalmente estoy distinto!, ya no avanzo tan rápido como antes, llevo un paso lerdo como si mis zapatos fueran de piedra, esta tan oscuro que definitivamente ya no veo mis propias manos, ni siquiera su contorno, solo las siento mojadas por el sudor, y la llevo recogidas en forma de puño como esperando que algo me ataque, estoy sudando mas que antes, mucho mas, no recuerdo haber sudado tanto las otras ocasiones, me deberían de faltar como seis minutos más para llegar al corazón del acantilado, pero me he demorado mucho mas de lo normal y las ramas de los árboles ya acarician mi cara, se vuelven un obstáculo peligroso para mi lerdo avance.

Puedo oír la arenilla que rasgo con mis zapatos, y se que debo pisarla, irme por esa arenilla me da mas freno, un paso mas seguro; puedo contenerme con firmeza y apalear el peligro de caer por el barranco cavernoso, una abertura que el camino abrió en el subsuelo, en inviernos anteriores; bueno quizás este sufriendo demás, no puede ser que todo este lúgubre, solo pienso en llegar pronto a mi cabaña y descansar de todo, por lo menos se siente un aroma húmedo, limpio de verdegal, a tierra mojada por la lluvia de ayer y puedo oír algunas aves que deben estar descansando acorrucadas en su nido, haciendo menos fatídico el asunto por un instante.

Antes de llegar al corazón del acantilado existe un túnel de zarzamora, donde florecen las moras en febrero, algunas de ellas se desangran en las espinas dejándose caer al suelo, puedo sentir su congoja al pisarlas con mis pies, una pequeña vida a la muerte se esfuma; al terminar el túnel viene inmediatamente un arroyo, y en el medio un árbol caído que alberga mi avance, su insignificancia deja ver un tronco hueco sobre el agua y carcomido por termitas, la ventaja de conocer el camino me permite que pueda seguir el paso entre tanta oscuridad; a lo lejos se puede escuchar el rugido del mar, en las noches de marea alta puedo sentir el rocío en mi cara, diminutas gotas en mis párpados y labios, dejan un sabor a sal.

Cuando terminé de cruzar por el tronco, ocurrió algo que no advertí ligeramente, el silencio se hizo más agudo, y sentía como si del centro de la tierra surgiera una presión que emerge e inmoviliza mis pies, seguidamente, hay una tensión que trina en mi oído, y me deja un poco sordo por un instante. Ya no escuchaba el cántico de las aves que tanto me relajaba, la brisa era un témpano de hielo; una bocanada susurro en mi espalda en la cual me sumerjo, es como estar caminando dentro de una nube, como si estuviera entrando en algún lugar, algún sitio quizás algo esférico, una bóveda sin destino, es en este preciso momento cuando mis ojos se quedan hipnotizados y perplejos, ¡quizás esta sea la esfera de la cual tanto hablan!, sin embargo, puedo ver una intensa neblina, que moja mi cara y mis manos, que pasa como un soplo de lobo dejando una ráfaga de viento, detrás de la ultima bocanada puedo ver una sombra que se asoma tétricamente, aparece y desaparece de mi vista con un aspecto fantasmal, es como un tizne que galopa en la oscuridad en el portal del averno. _¡OH Díos mío!_, esto si es real, de todas las sensaciones que he tenido en esta noche, esto es lo mas concreto que mis sentido han percibido, como a unos cincuenta pasos de distancia, mas o menos, logro ver esta silueta monstruosa , tiene forma humana, parece ser una persona y esta encorvado, se ajusta a la descripción que dio Adelina sobre el hombre con la lanza en la mano, pero este se ve mas alto, mucho mas alto que una estatura mediana y definitivamente tiene algo en le mano que brilla a la luz de la luna. Todo lo que he venido pensando en el camino concluye en algo concreto y el miedo me desdobla todo el cuerpo, tengo las manos heladas y los pelos de los brazos erizados, ¡por que fui tan incrédulo!, ¡por que no me fui por el camino del pueblo y me rendí a la pereza!,

Pero mis lamentos es solo un presagio de lo que espero encontrar más allá.

¿Que será esta sombra que viene hacia mi?, a medida que me voy acercando se vuelve mas nítida su imagen, pero no logro distinguir su rostro, poco a poco lo que tiene en su mano toma forma y brilla más de aterradoramente, puedo notar que tiene un filo sepulcral, ¡Válgame Dios!, es una especie de cuchillo ganchudo y de gran relieve, tiene la hechura de una media luna , algo mas parecido a una hoz con una manija mas alta que la misma sombra; definitivamente esto es real, ya no cabe duda alguna, cada vez su imagen se vuelve mas terrorífica ante mis ojos, es una sombra con una hoz que sostiene firmemente con las dos manos y camina lentamente hacia mi, siente mi presencia y esta acechándome en cada paso, siento que me observa, y yo no puedo hacer nada, pienso en devolverme, pero él ya me ha visto, quizás salga detrás de mi dispuesto a matarme si me ve correr y no es conveniente darle la espalda perderle de vista me afligirá mas de lo debido y no tengo fuerzas en las piernas, me siento débil, el cansancio me agobia y la mochila es una carga que desequilibra si decido correr, solo me queda seguir adelante aunque el terror me consuma por completo, nunca había reflexionado tanto sobre la muerte como ahora, y cada célula de mi cuerpo me dice que estoy cerca de ella, toda intuición, toda razón, me indica que se aproxima un peligro, un final, y no tengo ninguna otra opción mas que seguir adelante.

Los dos lados de la moneda, la vida o la muerte ya esta en el aire, no hay alternativa, no tengo un desvío por el camino, y seguir adelante es mejor que ser cazado por este espectro. Estoy cada vez mas cerca de él, debe estar a unos veinte pasos de mi, pero no muestra señal alguna de hostilidad por el momento, sin embargo puedo sentir su respiración, emite un rugido animalezco como si me estuviera olfateando, como si buscara que morder, quizás quiera mi carne, mi sangre, triturar mis huesos, abrir el vientre y devorar las vísceras, quizás quiera degollarme o cercenarme de una vez la cabeza ¡Demontre!, (diablos), no puedo creer todo lo que estoy escuchando, puedo oír su sollozo y lastimero gemido mientras se acerca, como burlándose de mi vulnerabilidad, como queriendo que el miedo se ahogue en mi cuerpo -nunca creí que esto podría ser posible, como pude dudar tanto de lo que decía Adelina, y ahora lo estoy sufriendo en carne propia. Nunca imagine que mi vida se fuera a acabar de esta forma, una muerte tan extraña, tan incomprensible, ya me imagino lo que dirán mañana en los diarios, “Joven muere asesinado en el acantilado de Ukhupacha, hasta el momento no se ha encontrado rastros de su presunto homicida”, ya estoy entregado a lo que el destino me ofrezca, solo queda hacerle frente y saludar a la muerte que viene por mí.

Estoy a diez pasos mas o menos de cruzarme con la sombra, y ya no puedo mas, mi estomago esta apretado y mi garganta se seca, ni siquiera puedo tragar saliva, y sufro espasmos continuos, mi cabeza no para de temblar, mis manos están heladas y mi cuerpo encogido, mis piernas se tambalean, estoy totalmente paralizado mientras la sombra esta casi a mi lado, se acerca deslizándose lentamente como si flotara, tiene la certeza de que estoy totalmente rendido, de que puede sofocarme en su oscuridad y quitarme el aliento de la vida.

La muerte no detiene su avance y se acerca sin misericordia a carcomer todo mi pecado, a purificar mi alma en su lamento, todo esta dispuesto para mi asesino, el verdugo que crucificará mi espíritu, el sayón que opacará mi aliento en el cadáver de la luna.

Ahora esta a unos pasos y yo tengo la cabeza agazapada, intento ver su cara, pero solo encuentro tempestad, no hay nada de humano en él, es solo una sombra, un ente oscuro, una aberración del averno sin materialidad alguna, nada que pueda definir.

Tengo los ojos apretados al igual que mis dientes y siento nauseas, hay un olor repugnante infectando el aire, es el hedor inmortal del sacrificio, puedo sentir los movimientos del espectro, su sigilo me pena, podría decapitarme con la hoz en menos de un segundo o degollarme hasta desangrar, puedo oír su respiración funesta sobre mi cabeza y siento como desliza la hoz por mi cuello, ya no queda nada que hacer, es el fin, solo puedo saludar a mi muerte y despedirme de la vida mientras los recuerdos fugaces de todas las advertencias que no comprendí se esfuman, al igual que toda mi vida, todo lo que me falto hacer ya no importa, quizás deba decirle algo o dejar que el silencio decida, cuando de la hondura de mi garganta exclamo y dijo un: “!Hola!” Despavorido, es el saludo más abismante de mi vida, el saludo que me llevara detrás del umbral al otro lado del tiempo, el que dará un nuevo comienzo en el mundo que me espera, de pronto siento que la hoz se desliza por mi nuca y se alza con un movimiento brusco hacia el cielo, yo decido mirar y solo veo el brillo de la hoz cayendo hacia mí rostro, cierro mis ojos y digo: “Perdóname Dios”, es el ultimo suspiro de mi vida y las ultimas palabras; pero el brillo de la hoz se apago de un instante a otro y se evaporo en las tinieblas, la sombra siguió su camino hacia la nada, dio unos pasos hacia delante y se detuvo, se giro a verme, inclino levemente su cabeza como queriendo ver mi cara y emitió un sonido extraño que se escucho como: “demu-ku-gal” , a continuación retomo su camino sonambuleando, yo empecé a caminar rápidamente y jamás voltee a verlo, mientras mi corazón poco a poco regresaba a su ritmo normal.

Después de un instante me puse a correr con todas mis fuerzas hasta llegar a la cima de la ladera, pude ver el boscaje de avellanos y supe que estaba del otro lado, por fin podía respirar en paz, el corazón del acantilado estaba atrás, el peligro había pasado por ahora y pude pensar con mas calma todo lo que había vivido, mire mi reloj, eran las ocho y quince, pero el tiempo se esfumo en un encuentro incomprensible, ahora tendré mi propia historia, y un motivo para creer en lo que he vivido, esperando que en Ukhupacha pueda encontrar alguna respuesta de lo sufrido esta noche, de lo que ha tratado de decirme la sombra.

Capitulo II

Cuando llegue a mi cabaña estaba exhausto, mis piernas no daban mas, y aun estaba sorprendido por lo que había vivido, quería buscar respuestas, prendí una vela y me prepare un café, busque las llaves de la cabaña, asegure las ventanas y cerré la puerta, necesitaba sentir algo de seguridad en esta noche intranquila, busque la vieja escopeta plata-bronce que era de mi abuelo que usaba para la caza de liebres, y me acosté lo mas rápido que pude para zafarme del frío.

Al día siguiente me levante cerca del medio día, me prepare tostadas con mermelada, me puse ropa gruesa y partí a Ukhupacha todavía, estaba impactado por lo sucedido la noche anterior, pero el día distrajo mis pensamientos, necesitaba hablar con alguien, pero todos ya sabían de mi tozudez, de que toda mi vida era fui un tipo irremediablemente escéptico, por lo mismo iba a ser difícil retomar comunicación con alguien y explicarle este asunto.

Para llegar a la plaza central de Ukupcha, tenia bajar la pendiente donde estaba mi cabaña, una vez abajo debía, tenia que esperar el tranvía, que hacia solo dos detenciones en todo el camino, la primera era en Camàvida, y la segunda en Boroa, el tranvía solo pasaba una vez por día y siempre a la misma hora, a eso de la una de la tarde. Ese día solo estaba yo y el chofer, lo que demuestra el poco interés de visitar el pueblo en un día de semana, apoye la cabeza en el vidrio y dirigí la vista hacia el asfalto de la calzada, poco a poco mis ojos se cerraron.

Cuando desperté estaba llegando a la Plaza central

Don Aristòfanes era mas bien un tipo serio y retraído, nunca hablaba demás, siempre estaba sentado en el parque con su bastón y la mirada perdida en el suelo, tenia los ojos negros y el pelo canoso, las manos secas y quebradizas al igual que su cara, su nariz tenia hoyuelos y era sobresaliente como una nuez, habitualmente vestía una solapa roja oscura, con una chaqueta café, al igual con sus pantalones, vestimenta que le daba la apariencia de suciedad y desidia, de un descuido martirizado que solo puede generar la viudez. Se desempeñaba como artesano, fabricaba numerosos retratos de yeso, para lo cual era muy prodigioso y admirado, era una labor derivada de su padre y aquel de su abuelo, una familia entera reconocida por la minuciosidad y el detalle de sus obras, nunca olvidaré el retraso de “Medusa” aquella mujer protectora de la mitología greco-romana, que convertía a los hombres en piedra solo con la mirada y que fue decapitada por Perseo, su retrato fue expuesto ente los ojos de todo el pueblo y en medio de la plaza de armas de Ukupacha, media un metro y ochenta centímetros y pesaba setenta kilos, pero lo mas impresionante era el aspecto colúbrido de su cola y cabeza. De todas formas era difícil pensar en la historia del selenita alienígeno del cual hablaba Don Aristòfanes, viniendo de una persona tan minuciosa y metódica que admira la mitología greco-romana, quizás el quería pensar en este ser del espacio como su siguiente obra.

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