La
tiranía del desierto no daba tregua a los cuervos venenosos, el sol quemante
como lava del inframundo, pegaba de
frente al esqueleto olvidado, entre el viento incandescente y los rayos
fugitivos de la luz infernal. Y en la llanura pedregosa, allí donde la luz no
se posa, nacen las criaturas desérticas que solo pocos recuerdan. Las rocas
incrustadas en las dunas, detrás de los montes endemoniados, los benditos escarabajos se revuelcan en la arena de sangre, en medio de cadáveres de
caminantes abandonados, culebras y ciempiés carcomen el cráneo del huésped
infame, entre cenizas de huesos se abre paso la ostentosa columna ceremonial de
los dioses malignos, donde brincan extraños monstros de dos cabezas, mientras
que, entran y salen esqueletos carnosos de una tumba dorada, se enrollan las
víboras y ciempiés junto a la sombra espectral de un demonio a media luz.
Las
monumentales rocas que se asoman en la arena envenenada, bajo la capa del
hombre alacrán, y de Dioses antiguos mutilados por espadas y lanzas de guerra,
se asoma un hombre desfigurado, con brazos de pies, y pies de manos filosas y
un torso escamoso de alacrán y una capa de huesos y sangre coagulada, que con
nobleza se arrastra debajo de la arena donde habitan gusanos sin cabezas.
En las
profundidades del desierto corre un río de lava ardiente, con cadáveres
flotantes y monstros innombrables que gruñen con espanto las desgracias
humanas; aguas de sangre naciente que nacen en los roqueríos desérticos y
desembocan en la boca de una estatua de piedra gigante y grotesca con brazos y
piernas de reptil, y el hombre de torso escamoso de alacrán se retuerce sin gloria
en el río de sangre fangoso.
Un
demonio que asecha su maléfico baño de horror, escurridizo como una sombra de
luna se dirigió al hombre alacrán y le
dijo:
–Soy el
de la eternidad, he venido a dar muerte a tu infame cuerpo deformado, no habrá
más desierto ensangrentado, ni cadáveres olvidados en la arena; quiero ver, tu
abominable cuerpo a los pies del rey de las sombras.
Y el
hombre alacrán repuso.
–Tu intención he de entender, mi bestial
enemigo, pero, al igual que tú, convertirme en demonio será mi destino; decidle
al rey de las sombras que me he llevado tantas almas, como granos de arena en
el desierto, que he desgarrado la piel
de la noche más allá del tiempo
memorable, que he tragado más sangre que la espada de los Dioses oscuro, y que
he vivido entre los vivos para despertar a los muertos.
Entonces
el demonio retrocedió y escapó de las garras del hombre alacrán y cuando tuvo
que responder ante el rey de las sombras le dijo:
–Lo que vieron mis ojos no lo creerás jamás
malévolo rey, una nueva abominación de la tierra ha llegado, sus palabras
ostentan un sufrimiento más grande que el de vuestra maldad. El hombre alacrán
ha llegado a gobernar y la insaciable agonía de los muertos perdurará otra
eternidad.
Y el
rey contestó:
– ¡Ya
era hora de morir, ya era hora de vivir! Ni aun en las llamas del infierno, los
demonios en calma, estarán. ¡Ahí viene! Puedo olerlo, ¡Que empiece la guerra!
¡Que reine el sufrimiento!...
GTF.