Cuando despertó en la camilla sintió que sus quemaduras hinchaban su piel, su rostro tenía un aspecto líquido y vidrioso. El tic-tac del reloj en la pared lo estaba volviendo loco, y no podía escuchar con claridad, los pasos lejanos de los enfermeros, pensó por un momento que alguien lo visitaría, pero abandono la idea; se dijo asimismo: ahora sí, estoy agobiado.
Al darse cuenta de los infortunados
sucesos; que parecían lejanías del inconsciente, lo hizo entrar en una realidad
intolerable, se estaba pudriendo poco a poco y no había nada que podía hacer; mientras
más pensaba en el salvajismo de su fatal accidente, en la hechicería bucanera
del fuego en el auto, no lograba llegar a una salida y la demencia lo
desgarraba poco a poco; cada día se vio en la orilla de un sueño fatídico, con
lágrimas en los ojos se dio cuenta que
llevaba meses despertando y durmiendo en el mismo sueño, también recordó que
estaba abandonado en un viejo hospital y que probablemente nadie lo extrañaría.
Cada pensamiento es un espanto, tener
que buscar como armar el rompecabezas, en aquellos espasmo de luces sin sentido,
donde su mente está perdida, solo de una cosa esta seguro; que siente mucho dolor
y que su rostro es la misma hoguera del infierno, que va a explotar en
cualquier momento; se quedó pensando por un largo tiempo en su rostro y la
imagen de aquella vanidad juvenil que lo estremecía, quizá quiera intentar
pararse caminar, ir al baño y ver por el espejo la gravedad del asunto, pues es
lo único que puede acercarlo a una sincera verdad, y así, poder controlar sus pensamiento y emociones
que día a día lo atormenta en su mente; pero tiene un grave problema; se
encuentra inmovilizado producto de las quemaduras, se siente como una momia que
el tiempo ha olvidado en la gehena, tal vez sean los sedantes que mantienen su
cuerpo sin dolor o bien ya está acostumbrado a la tortura que producen las
quemaduras; de cualquier modo no podrá conciliar el sueño sin saber el estado
de su rostro, unido a un cuerpo inerte, y saber realmente qué es lo que le ocurrió en el
pasado de su memoria; y porqué.
Cada noche sus alaridos sobrehumanos
gimen por los pasillos, sus gritos son como agujas en el oído; y ya me siento
intranquilo, me duele escuchar su dolor, su grito adolorido ha enfriado mi
corazón como un hielo. –Pienso–: tengo que ir a su habitación y ayudarlo, contarle
lo sucedido y porqué está en este lugar, pero el terror y el pánico invade mi voluntad.
Las enfermeras tiene dos turnos, el
segundo comienza a las 06: 30 PM hasta el otro día, quizás pueda escabullirme
en el intervalo de la media hora y hacerle una visita a mi esclavo amigo del
dolor.
El sol comienza a esconderse en la
ventanilla de mi habitación, espero el momento indicado para realizar mi huida,
el pasillo por fin se encontraba solo, comienzo a caminar encuclillas a la
alcoba de mi amigo, al llegar a su puerta note que decía: Habitación 606, Paciente,
Emilio Barbarie; la puerta estaba
entreabierta y una tibia brisa entraba de la ventanilla del balcón, mi amigo
estaba acostado en su camilla y el panorama era mucho más tétrico que sus
gritos y espasmos nocturnos, tenia vendas por todo el cuerpo y siluetas de
sangre que trasparentaba sus yagas, las deformidades de su rostro eran
notoriamente irreparables, uno de sus ojos, sin parpado, se asomaba entre las vendas de su cabeza; sin pupila, sin
vida, ni oscuridad, ni luz, un ojo en la desolación; debo esperar a que despierte
y poder contarle lo sucedido, quiero dejar en paz por fin su amargura; pero lo
único que siento es pavor y miedo. Estaba pensando en aquello, cuando escucho
un la voz fría que dice:
-¿Quién eres tú?
-Hola Emilio, soy yo…, tu…
-¿Qué es lo que me paso? Siento mi
rostro que va a explotar, me duele la cabeza –interrumpió.
-tuviste un accidente automovilístico,
venias de la playa y el auto se volcó, estuviste casi dos minutos expuesto al
fuego vivo, tú te imaginaras que….
- no me digas nada, no me digas nada
–susurró sin remediar.
-¿Y dónde está mi hermano? –preguntó
-tu hermano no logro vivir al
accidente, el se quedo atrapado en el…
-no me digas nada, no me digas nada,
solo tráeme un espejo del baño
-pero Emilio tú no estás…
-solo ¡tráeme el espejo, dije!, -insistió
el enfermo.
Fui a buscar el espejo y comprendió que
lo que iba a ver no sería fácil, al verse reflejado en el
espejo exclamo: ¡pero si este es el mejor rostro que he tenido en mi vida
hermano mío! Y luego sonrió tétricamente.
Al día siguiente, las enfermeras como
de costumbre pasaron por el corredor donde estaba la habitación 606, una de
ellas intento abrirla, pero la puerta no se abrió, estaba sellada. En ese
preciso momento un empleado del hospital terminaba su rutina, y una
enfermera que pasaba le pregunta:
-Señor, ¿Por qué se encuentra cerrada
esta habitación?
A lo que el auxiliar contesta:
-Señorita, Esta habitación lleva más de
diez años sellada, y nunca nadie me ha explicado por qué.
Me arrodillé delante de ellos, les
grité, intenté tocarlos con mis manos, pero no logré hacerlo. Luego comprendí
que de aquella habitación, no saldré jamás.