martes, 24 de enero de 2012

EL ROSTRO




Cuando despertó en la camilla sintió que sus quemaduras hinchaban su piel, su rostro tenía un aspecto líquido y vidrioso. El tic-tac del reloj en la pared lo estaba volviendo loco, y no podía escuchar con claridad, los pasos lejanos de los enfermeros, pensó por un momento que alguien lo visitaría, pero abandono la idea; se dijo asimismo: ahora sí, estoy agobiado. 
Al darse cuenta de los infortunados sucesos; que parecían lejanías del inconsciente, lo hizo entrar en una realidad intolerable, se estaba pudriendo poco a poco y no había nada que podía hacer; mientras más pensaba en el salvajismo de su fatal accidente, en la hechicería bucanera del fuego en el auto, no lograba llegar a una salida y la demencia lo desgarraba poco a poco; cada día se vio en la orilla de un sueño fatídico, con lágrimas en los ojos se dio  cuenta que llevaba meses despertando y durmiendo en el mismo sueño, también recordó que estaba abandonado en un viejo hospital y que probablemente nadie lo extrañaría.
Cada pensamiento es un espanto, tener que buscar como armar el rompecabezas, en aquellos espasmo de luces sin sentido, donde su mente está perdida, solo de una cosa esta seguro; que siente mucho dolor y que su rostro es la misma hoguera del infierno, que va a explotar en cualquier momento; se quedó pensando por un largo tiempo en su rostro y la imagen de aquella vanidad juvenil que lo estremecía, quizá quiera intentar pararse caminar, ir al baño y ver por el espejo la gravedad del asunto, pues es lo único que puede acercarlo a una sincera verdad, y así,  poder controlar sus pensamiento y emociones que día a día lo atormenta en su mente; pero tiene un grave problema; se encuentra inmovilizado producto de las quemaduras, se siente como una momia que el tiempo ha olvidado en la gehena, tal vez sean los sedantes que mantienen su cuerpo sin dolor o bien ya está acostumbrado a la tortura que producen las quemaduras; de cualquier modo no podrá conciliar el sueño sin saber el estado de su rostro, unido a un cuerpo inerte, y  saber realmente qué es lo que le ocurrió en el pasado de su memoria; y porqué.
Cada noche sus alaridos sobrehumanos gimen por los pasillos, sus gritos son como agujas en el oído; y ya me siento intranquilo, me duele escuchar su dolor, su grito adolorido ha enfriado mi corazón como un hielo. –Pienso–: tengo que ir a su habitación y ayudarlo, contarle lo sucedido y porqué está en este lugar, pero el terror y  el pánico invade mi voluntad. 
Las enfermeras tiene dos turnos, el segundo comienza a las 06: 30 PM hasta el otro día, quizás pueda escabullirme en el intervalo de la media hora y hacerle una visita a mi esclavo amigo del dolor.
El sol comienza a esconderse en la ventanilla de mi habitación, espero el momento indicado para realizar mi huida, el pasillo por fin se encontraba solo, comienzo a caminar encuclillas a la alcoba de mi amigo, al llegar a su puerta note que decía: Habitación 606, Paciente, Emilio Barbarie; la puerta estaba entreabierta y una tibia brisa entraba de la ventanilla del balcón, mi amigo estaba acostado en su camilla y el panorama era mucho más tétrico que sus gritos y espasmos nocturnos, tenia vendas por todo el cuerpo y siluetas de sangre que trasparentaba sus yagas, las deformidades de su rostro eran notoriamente irreparables, uno de sus ojos, sin parpado, se asomaba  entre las vendas de su cabeza; sin pupila, sin vida, ni oscuridad, ni luz, un ojo en la desolación; debo esperar a que despierte y poder contarle lo sucedido, quiero dejar en paz por fin su amargura; pero lo único que siento es pavor y miedo. Estaba pensando en aquello, cuando escucho un la voz fría que dice:
-¿Quién eres tú?
-Hola Emilio, soy yo…, tu…
-¿Qué es lo que me paso? Siento mi rostro que va a explotar, me duele la cabeza –interrumpió.
-tuviste un accidente automovilístico, venias de la playa y el auto se volcó, estuviste casi dos minutos expuesto al fuego vivo, tú te imaginaras que….
- no me digas nada, no me digas nada –susurró sin remediar.
-¿Y dónde está mi hermano? –preguntó
-tu hermano no logro vivir al accidente, el se quedo atrapado en el…
-no me digas nada, no me digas nada, solo tráeme un espejo del baño
-pero Emilio tú no estás…
-solo ¡tráeme el espejo, dije!, -insistió el enfermo.  
Fui a buscar el espejo y comprendió que lo que  iba a ver  no sería fácil, al verse reflejado en el espejo exclamo: ¡pero si este es el mejor rostro que he tenido en mi vida hermano mío! Y luego sonrió tétricamente.
Al día siguiente, las enfermeras como de costumbre pasaron por el corredor donde estaba la habitación 606, una de ellas intento abrirla, pero la puerta no se abrió, estaba sellada. En ese preciso momento un empleado del hospital terminaba su rutina, y una enfermera  que pasaba le pregunta:
-Señor, ¿Por qué se encuentra cerrada esta habitación?
A lo que el auxiliar contesta:
-Señorita, Esta habitación lleva más de diez años sellada, y nunca nadie me ha explicado por qué.

Me arrodillé delante de ellos, les grité, intenté tocarlos con mis manos, pero no logré hacerlo. Luego comprendí que de aquella habitación, no saldré jamás.

No hay comentarios:

Publicar un comentario