miércoles, 12 de marzo de 2014

CISNES DE VELA



En el sur de África,  el sol de fuego sale de su tumba, quema sin piedad la tierra rojiza, y se orilla detrás de un árbol al atardecer.
Estaban los niños escondidos dentro de un autobús abandonado, en medio de un camino polvoriento, se escuchan estruendosos disparos, balas caen por el piso como nueces.

-¿Puedes ver algo?

-No, Nada

-¡Silencio Aba!- No quiero que nos encuentren.

-Demba, Demba, ¡Tengo Hambre!, ¡Quiero salir de aquí!

-Ya saldremos de aquí, esperan un momento que terminen los disparos.
  
Se asomaban con mucho cuidado por las ventanas del autobús, una y otra vez, hasta tener la seguridad de que los disparos cesarían.

-Badgi, ¡ven conmigo!

Se fueron con cautela al final del autobús, para asegurarse de que nadie los estuviera vigilado.

Demba tomó de la mano a sus hermanos y  caminaron hasta la puerta trasera; bajaban los escalones sigilosamente cuando se escucho un estruendo. Se quedaron estupefactos; un  segundo; estáticos como un tótem de madera. Cuando ya habían llegado al suelo y después del susto de la detonación, Demba se da cuenta que en el piso, entre  la tierra rojiza y el polvo, había un poco de sangre.

-Demba, Aba está sangrando  –dice Badgi- El hermano del medio.

El pequeño Aba no movía ningún músculo de su cara.

-¡Ven acércate! Le dice su hermano mayor.

Este comienza a revisarlo por todo el cuerpo, le saca los harapos con premura, cuando observa su cuerpo, se percata que al final de la vertebra tiene un orificio, el último disparo que escucharon fue a dar en la espalda del pequeño Aba.

-Badgi. ¿Qué me paso? Preguntó el pequeño, mientras le tomaba la mano.

-No te preocupes Aba, te pondrás bien, te llevaremos al río, te curaremos.

Demba camina hacia un baobab, corta con su cuchillo varias ramas de diferentes tamaños y con sus hojas comienza a fabricar una camilla para su hermano.

Yacen los dos hermanos, bajo el cielo del atardecer, arrastrando al pequeño Aba hacia el río Orange, se miraban con lágrimas en los ojos y a pesar de que ambos sabían que su hermano estaba muriendo, Aba comenzaron a tararear un cántico alegre, mientras el sol se camuflaba en el horizonte.

Demba sabía que el intento de invocar a sus antepasados sería inútil, pues una herida de bala de esa magnitud, en la región de la espalda, al sur de África, donde la aldea próxima estaba a veinte kilómetros cruzando el río, era un imposible. Todo aquello que meditaba solo agravaba su pesimismo, y lo llevaba a la desesperación. La impotencia lo desafiaba en cada paso que daba, pensó en los momentos en que compartió con el pequeño Aba, revivió  desde su nacimiento, hasta que la fatídica bala entro por su cuerpo.

Al llegar a orillas del rio, dejaron a Aba cuidadosamente en el suelo.

-¿Quieres beber hermano?

El niño respondió asintiendo con la cabeza.

Badgi sacó su cantimplora y la hundió generosamente en el río, pequeños pececillos hacían reverencia alrededor de su mano y él les sonrió tristemente.

La noche había llegado, el sol solo era un diminuto reflejo de luz en el horizonte, Demba da de beber al pequeño, y lo deja debajo de un árbol, lo abriga con las hojas del Baobad, las estrellas comenzaron a aparecer, lentamente, una por una bajo el cielo nocturno, se fueron multiplicando hasta crear un paisaje hermoso del universo. Los hermanos tomaron la camilla de Aba, y se acostaron juntos mirando al cielo, ninguno de ellos realmente comprendía la grandeza del espacio, solo sabían que cada uno de sus antepasados brillaba en el cielo.
Comenzaron a cantar felizmente los tres hermanos, con gran entusiasmo y carcajadas, en aquel instante Aba levanta la mano señalando una parte del cielo:

-¡Miren allá! -¡Miren que grande es! Decía con una voz dulce y tranquilizadora.

-¿Qué es eso? Fraseo Badgi.

-¡No lo sé, parece una extensión de tierra!

-Pero. ¿Cómo? Las extensiones de tierra no flotan  por los cielos.

-¡No, claro que no!  Pero esta sí.-dijo el pequeño.

Demba se levanto de un salto y estiro lo más que pudo su delgado cuerpo para poder tener una mejor visión de lo que estaba viendo. Tomo una piedra y la lanzó para sentir si la extensión de tierra que bajaba de los cielos era real. Cuando ya estuvo más cerca, pudo percatarse que del gran pedazo de tierra flotante se desprendían tentáculos de raíces por doquier, numerosos tentáculos carnosos colgaban de ella.
Poco a poco  se hacía más grande y más grande. Estaba tan próximo al suelo que ya podían distinguir los detalles de las raíces y de los tentáculos, estos comenzaron a moverse y serpentearse  suavemente, hasta clavarse en suelo, y en la orilla del río.
Los tentáculos se deslizaron por el río, succionado el agua, como si fuera un animal sediento de sed, mientras que otras raíces se clavaron en el subsuelo hasta afirmarse con las rocas subterráneas, comenzaron a jalar, hasta que la extensión de tierra  quedo totalmente sobre el suelo.

Dos tentáculos gruesos y húmedos salieron del fragmento y enrollaron la camilla de Aba, comenzaron a subirlo.

-¿Pero qué demonios pasa? ¿Qué son estas cosas? Exclamo Badgi.

Demba tomo un garrote y le dio varias estocadas y golpes a los tentáculos sin tener éxito.
Su pequeño hermano ni se inmutaba y tenía una expresión en el rostro que intranquilizaba a Badgi

-¡Para Demba, Detente! -Lo están subiendo.

Los hermanos se miraban desconcertados mientras los tentáculos subían la camilla del niño.

-¿Qué hacemos Demba?

-No lo sé, ¡No entiendo lo que está pasando!

Una vez que ya subieron al niño; dos tentáculos húmedos y resbalosos se acercaron a los hermanos y se detuvieron en frente a sus rostros; como si los tentáculos tuvieran ojos para captar sus movimientos; los seguían en cada gesto facial. Demba movió su brazo bruscamente y el tentáculo lo imito como una sombra.

-¿Qué es lo que quieren? ¿Por qué se llevaron a mi hermano? Preguntó afligido.

-¡Demba! ¡Déjalos!  -dijo Badgi-  quizás quieren que también subamos.

Badgi abrazo uno de los tentáculos que se deslizó rápidamente por todo su cuerpo, Demba hizo lo mismo.

Los tentáculos subieron a los hermanos lentamente. Del fragmento salía un fuerte  olor a humedad, tan empalagoso como tranquilizante. Los tentáculos dejaron a los niños en la cima y se escabulleron entre la maleza.

-¡Aba! ¿Estás allí?- Gritaban entre una espesa niebla.

Badgi dio unos pasos y se dio cuenta que de la tierra salía un líquido blanco y espeso.

-¡Aihhh…, Aihhh…! ¡Esto quema! Me quema los pies.

-Es esperma. Dice Demba.

-¡Esperma! ¿Esperma de qué?

-Es esperma de vela.- Afirmó con asombro.

Nunca has escuchado la historia Badgi.

-¡No!
Nuestros abuelos contaban que sus ancestros bajaban del cielo, a ayudar a los jefes de las tribus; cuando habían guerras muchos quedaban heridos y mutilados; y en África la medicina y la comida es muy escasa; no es como en occidente donde existen edificios para las personas van a curarse o a comer, aquí solo tenemos los “Cisnes de Vela”.

-¿Cisnes de Vela?

-Si. Son los ángeles que envían nuestros ancestros.

-Pero tú dijiste que solo un jefe tribal puede invocar a los Cisnes de Vela.

-¡Así es mi querido Badgi! Solo los jefes tribales los pueden invocar.

-¿Eso significa que tú eres un jefe tribal?

-¡No hermano!  Yo no lo soy; solo conozco la historia, me la contó el abuelo antes de morir.

-Bueno. -entonces- ¿Quién invoco a los Cisnes de Vela?

-¡Fue Aba!

-Pero ¿Cómo? Si Aba es tan solo un pequeño. No puede ser un jefe tribal.

-Así es exactamente. Pero lo que tú no sabes es que los ancestros pueden ver el pasado y el futuro, y en todo este día hemos caminando bajo el sol sin esperanzas de poder salvar a nuestro hermano, solo teníamos el agua del río para cuidarlo y darle de beber, y mientras lo arrastrábamos en la camilla, el solo cantaba y cantaba; esas canciones que nos enseñaban desde niños, que solo habla de esperanza y dichas de nuestra tierra.
Aba las cantaba con alegría; Aba cantaba con nosotros, él tuvo todo el tiempo invocando a nuestros ancestros sin darnos cuenta, sabía que nosotros perdimos nuestras esperanzas pero él jamás se dio por vencido. El será nuestro futuro jefe tribal y a penas es un niño. Todo estaba destinado desde un comienzo, desde la creación de toda África, Aba ha sido nuestro iluminado; nosotros debemos guardar por su futuro y cuidar que así sea, debemos hacerlo por nuestra dignidad de ser Africanos y resguardar el alma de nuestros ancestros.

La niebla comenzó a disiparse y de entre la tierra emergieron unas capsulas de cristal, cada uno de ellas contenía esperma de vela, y adentro yacían los cuerpos de muchos africanos, niños, padres, madres, abuelos, todos con diferentes padecensias; Algunos tenían mutilaciones de sus miembros, otros desnutrición y decenas de niños acribillados, en una de las capsulas Demba pudo ver a Aba; estaba bien, parecía que descansaba tranquilamente.

En ese momento de la tierra rebrotaron los tentáculos y cubrieron todas las cápsulas suavemente, entre la porosidad de sus ramas fluía agua del río y junto con el esperma creaban una capa seca y fría que cubría los cuerpos. En cada una de las capsulas estaban los cisnes a sus pies, haciendo guardia a los cuerpos.

Los  cisnes eran de gran tamaño, ellos guardaban el alma de los que yacían ahí, y cuando ya todas se hubieron acomodados y coordinados frente a las cápsulas, empezaron a resonar de su pico, produciendo una gran sonido orquestado; erigían su cuello hacia el cielo, mientras cantaban.
El cántico magistral de las aves, provoco que en  las  cápsulas de cristal fluyera una luz blanca y brillante; como si fueran luciérnagas o lámparas antiguas; una especie de gas negro comenzó a salir de los cuerpos, hasta esfumarse por completo.

De los tentáculos que rodeaban a los cuerpos brotaron otros tentáculos más pequeños, que se  deslizaron  por las alas de los cisnes, bordeando hasta sus cuellos.
Los cisnes comenzaron a desplegar sus alas y agitarlas con más fuerzas; la gran extensión de tierra comenzó a elevarse y a acercarse cada vez más a las estrellas, en ese momento  Demba y Badgi se acercan a la cápsula de Aba:

-¡Hermano, despierta, hermano! ¿Dónde nos llevan las aves?

El pequeño abrió los ojos y les tomo la mano.

-¡Tranquilos hermanos míos!-Solo canten conmigo.

Los hermanos se abrazaron con mucha felicidad, y el fragmento de tierra se hizo cada vez más pequeño en la inmensidad del universo…