En
el sur de África, el sol de fuego sale
de su tumba, quema sin piedad la tierra rojiza, y se orilla detrás de un árbol
al atardecer.
Estaban
los niños escondidos dentro de un autobús abandonado, en medio de un camino
polvoriento, se escuchan estruendosos disparos, balas caen por el piso como
nueces.
-¿Puedes
ver algo?
-No,
Nada
-¡Silencio
Aba!- No quiero que nos encuentren.
-Demba,
Demba, ¡Tengo Hambre!, ¡Quiero salir de aquí!
-Ya
saldremos de aquí, esperan un momento que terminen los disparos.
Se
asomaban con mucho cuidado por las ventanas del autobús, una y otra vez, hasta
tener la seguridad de que los disparos cesarían.
-Badgi,
¡ven conmigo!
Se
fueron con cautela al final del autobús, para asegurarse de que nadie los
estuviera vigilado.
Demba
tomó de la mano a sus hermanos y
caminaron hasta la puerta trasera; bajaban los escalones sigilosamente
cuando se escucho un estruendo. Se quedaron estupefactos; un segundo; estáticos como un tótem de madera. Cuando
ya habían llegado al suelo y después del susto de la detonación, Demba se da
cuenta que en el piso, entre la tierra
rojiza y el polvo, había un poco de sangre.
-Demba,
Aba está sangrando –dice Badgi- El
hermano del medio.
El
pequeño Aba no movía ningún músculo de su cara.
-¡Ven
acércate! Le dice su hermano mayor.
Este
comienza a revisarlo por todo el cuerpo, le saca los harapos con premura,
cuando observa su cuerpo, se percata que al final de la vertebra tiene un
orificio, el último disparo que escucharon fue a dar en la espalda del pequeño
Aba.
-Badgi.
¿Qué me paso? Preguntó el pequeño, mientras le tomaba la mano.
-No
te preocupes Aba, te pondrás bien, te llevaremos al río, te curaremos.
Demba
camina hacia un baobab, corta con su cuchillo varias ramas de diferentes
tamaños y con sus hojas comienza a fabricar una camilla para su hermano.
Yacen
los dos hermanos, bajo el cielo del atardecer, arrastrando al pequeño Aba hacia
el río Orange, se miraban con lágrimas en los ojos y a pesar de que ambos
sabían que su hermano estaba muriendo, Aba comenzaron a tararear un cántico alegre, mientras el sol se camuflaba en el horizonte.
Demba
sabía que el intento de invocar a sus antepasados sería inútil, pues una herida
de bala de esa magnitud, en la región de la espalda, al sur de África, donde la
aldea próxima estaba a veinte kilómetros cruzando el río, era un imposible.
Todo aquello que meditaba solo agravaba su pesimismo, y lo llevaba a la
desesperación. La impotencia lo desafiaba en cada paso que daba, pensó en los
momentos en que compartió con el pequeño Aba, revivió desde su nacimiento, hasta que la fatídica
bala entro por su cuerpo.
Al
llegar a orillas del rio, dejaron a Aba cuidadosamente en el suelo.
-¿Quieres
beber hermano?
El
niño respondió asintiendo con la cabeza.
Badgi
sacó su cantimplora y la hundió generosamente en el río, pequeños pececillos
hacían reverencia alrededor de su mano y él les sonrió tristemente.
La
noche había llegado, el sol solo era un diminuto reflejo de luz en el
horizonte, Demba da de beber al pequeño, y lo deja debajo de un árbol, lo
abriga con las hojas del Baobad, las estrellas comenzaron a aparecer,
lentamente, una por una bajo el cielo nocturno, se fueron multiplicando hasta
crear un paisaje hermoso del universo. Los hermanos tomaron la camilla de Aba, y
se acostaron juntos mirando al cielo, ninguno de ellos realmente comprendía la
grandeza del espacio, solo sabían que cada uno de sus antepasados brillaba en
el cielo.
Comenzaron
a cantar felizmente los tres hermanos, con gran entusiasmo y carcajadas, en
aquel instante Aba levanta la mano señalando una parte del cielo:
-¡Miren
allá! -¡Miren que grande es! Decía con una voz dulce y tranquilizadora.
-¿Qué
es eso? Fraseo Badgi.
-¡No
lo sé, parece una extensión de tierra!
-Pero.
¿Cómo? Las extensiones de tierra no flotan
por los cielos.
-¡No,
claro que no! Pero esta sí.-dijo el
pequeño.
Demba
se levanto de un salto y estiro lo más que pudo su delgado cuerpo para poder
tener una mejor visión de lo que estaba viendo. Tomo una piedra y la lanzó para
sentir si la extensión de tierra que bajaba de los cielos era real. Cuando ya
estuvo más cerca, pudo percatarse que del gran pedazo de tierra flotante se
desprendían tentáculos de raíces por doquier, numerosos tentáculos carnosos
colgaban de ella.
Poco
a poco se hacía más grande y más grande.
Estaba tan próximo al suelo que ya podían distinguir los detalles de las raíces
y de los tentáculos, estos comenzaron a moverse y serpentearse suavemente, hasta clavarse en suelo, y en la
orilla del río.
Los
tentáculos se deslizaron por el río, succionado el agua, como si fuera un
animal sediento de sed, mientras que otras raíces se clavaron en el subsuelo
hasta afirmarse con las rocas subterráneas, comenzaron a jalar, hasta que la
extensión de tierra quedo totalmente
sobre el suelo.
Dos
tentáculos gruesos y húmedos salieron del fragmento y enrollaron la camilla de
Aba, comenzaron a subirlo.
-¿Pero
qué demonios pasa? ¿Qué son estas cosas? Exclamo Badgi.
Demba
tomo un garrote y le dio varias estocadas y golpes a los tentáculos sin tener
éxito.
Su
pequeño hermano ni se inmutaba y tenía una expresión en el rostro que
intranquilizaba a Badgi
-¡Para
Demba, Detente! -Lo están subiendo.
Los
hermanos se miraban desconcertados mientras los tentáculos subían la camilla
del niño.
-¿Qué
hacemos Demba?
-No
lo sé, ¡No entiendo lo que está pasando!
Una
vez que ya subieron al niño; dos tentáculos húmedos y resbalosos se acercaron a
los hermanos y se detuvieron en frente a sus rostros; como si los tentáculos
tuvieran ojos para captar sus movimientos; los seguían en cada gesto facial.
Demba movió su brazo bruscamente y el tentáculo lo imito como una sombra.
-¿Qué
es lo que quieren? ¿Por qué se llevaron a mi hermano? Preguntó afligido.
-¡Demba!
¡Déjalos! -dijo Badgi- quizás quieren que también subamos.
Badgi
abrazo uno de los tentáculos que se deslizó rápidamente por todo su cuerpo,
Demba hizo lo mismo.
Los
tentáculos subieron a los hermanos lentamente. Del fragmento salía un fuerte olor a humedad, tan empalagoso como
tranquilizante. Los tentáculos dejaron a los niños en la cima y se escabulleron
entre la maleza.
-¡Aba!
¿Estás allí?- Gritaban entre una espesa niebla.
Badgi
dio unos pasos y se dio cuenta que de la tierra salía un líquido blanco y
espeso.
-¡Aihhh…,
Aihhh…! ¡Esto quema! Me quema los pies.
-Es
esperma. Dice Demba.
-¡Esperma!
¿Esperma de qué?
-Es
esperma de vela.- Afirmó con asombro.
Nunca
has escuchado la historia Badgi.
-¡No!
Nuestros
abuelos contaban que sus ancestros bajaban del cielo, a ayudar a los jefes de
las tribus; cuando habían guerras muchos quedaban heridos y mutilados; y en
África la medicina y la comida es muy escasa; no es como en occidente donde
existen edificios para las personas van a curarse o a comer, aquí solo tenemos
los “Cisnes de Vela”.
-¿Cisnes
de Vela?
-Si.
Son los ángeles que envían nuestros ancestros.
-Pero
tú dijiste que solo un jefe tribal puede invocar a los Cisnes de Vela.
-¡Así
es mi querido Badgi! Solo los jefes tribales los pueden invocar.
-¿Eso
significa que tú eres un jefe tribal?
-¡No
hermano! Yo no lo soy; solo conozco la
historia, me la contó el abuelo antes de morir.
-Bueno.
-entonces- ¿Quién invoco a los Cisnes de Vela?
-¡Fue
Aba!
-Pero
¿Cómo? Si Aba es tan solo un pequeño. No puede ser un jefe tribal.
-Así
es exactamente. Pero lo que tú no sabes es que los ancestros pueden ver el
pasado y el futuro, y en todo este día hemos caminando bajo el sol sin
esperanzas de poder salvar a nuestro hermano, solo teníamos el agua del río
para cuidarlo y darle de beber, y mientras lo arrastrábamos en la camilla, el
solo cantaba y cantaba; esas canciones que nos enseñaban desde niños, que solo
habla de esperanza y dichas de nuestra tierra.
Aba
las cantaba con alegría; Aba cantaba con nosotros, él tuvo todo el tiempo
invocando a nuestros ancestros sin darnos cuenta, sabía que nosotros perdimos
nuestras esperanzas pero él jamás se dio por vencido. El será nuestro futuro
jefe tribal y a penas es un niño. Todo estaba destinado desde un comienzo,
desde la creación de toda África, Aba ha sido nuestro iluminado; nosotros
debemos guardar por su futuro y cuidar que así sea, debemos hacerlo por nuestra
dignidad de ser Africanos y resguardar el alma de nuestros ancestros.
La
niebla comenzó a disiparse y de entre la tierra emergieron unas capsulas de
cristal, cada uno de ellas contenía esperma de vela, y adentro yacían los cuerpos
de muchos africanos, niños, padres, madres, abuelos, todos con diferentes
padecensias; Algunos tenían mutilaciones de sus miembros, otros desnutrición y
decenas de niños acribillados, en una de las capsulas Demba pudo ver a Aba;
estaba bien, parecía que descansaba tranquilamente.
En
ese momento de la tierra rebrotaron los tentáculos y cubrieron todas las
cápsulas suavemente, entre la porosidad de sus ramas fluía agua del río y junto
con el esperma creaban una capa seca y fría que cubría los cuerpos. En cada una
de las capsulas estaban los cisnes a sus pies, haciendo guardia a los cuerpos.
Los cisnes eran de gran tamaño, ellos guardaban el
alma de los que yacían ahí, y cuando ya todas se hubieron acomodados y coordinados
frente a las cápsulas, empezaron a resonar de su pico,
produciendo una gran sonido orquestado; erigían su cuello hacia el cielo,
mientras cantaban.
El cántico magistral de las aves, provoco que en las
cápsulas de cristal fluyera una luz blanca y brillante; como si fueran
luciérnagas o lámparas antiguas; una especie de gas negro comenzó a salir de
los cuerpos, hasta esfumarse por completo.
De
los tentáculos que rodeaban a los cuerpos brotaron otros tentáculos más pequeños,
que se deslizaron por las alas de los cisnes, bordeando hasta
sus cuellos.
Los
cisnes comenzaron a desplegar sus alas y agitarlas con más fuerzas; la gran
extensión de tierra comenzó a elevarse y a acercarse cada vez más a las
estrellas, en ese momento Demba y Badgi
se acercan a la cápsula de Aba:
-¡Hermano,
despierta, hermano! ¿Dónde nos llevan las aves?
El
pequeño abrió los ojos y les tomo la mano.
-¡Tranquilos
hermanos míos!-Solo canten conmigo.
Los hermanos
se abrazaron con mucha felicidad, y el fragmento de tierra se hizo cada vez más
pequeño en la inmensidad del universo…
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